domingo, 26 de octubre de 2008

Los comunicólogos y la música

Por José Juan Olvera


¿Qué tienen qué ver música y comunicación?, ¿qué pueden aportar los comunicólogos al estudio de los procesos sociales de producción, circulación y recepción de la música? ¿Qué tanto comprendemos mejor a las personas estudiando la música popular desde la perspectiva de la comunicación?
Podríamos decir que en el III Congreso Internacional de Música Popular Latinoamericana celebrado en Bogotá a fines del verano pasado casi no estuvieron presentes los comunicólogos , pese a que se abordaron cuestiones como emisión y recepción, texto y contexto, mediaciones, construcción de identidades, mecanismos discursivos, universos de sentido y un sin fin de problemáticas. ¿Entonces quiénes discutían?... sociólogos, antropólogos, etnomusicólogos, musicólogos e historiadores.
Se dijo que no asistieron, no tanto porque no quisieran o porque no les interesara, sino porque, al menos en parte, la propia dinámica de quienes organizaron el congreso estaba alejada de los comunicólogos, y que el desconocimiento -por parte de éstos- de las competencias musicales era motivo para mantener cierta distancia del tema. Yo aún tengo mis dudas. Sospecho que los comunicólogos no están tomando muy en serio a la música –como pienso que deberían- y por ello entrevisté a cinco ponentes del congreso -no comunicólogos, pero que trabajan de algún modo con fenómenos de comunicación y música- y cuestionarlos sobre esta relación.

Un sistema de comunicación único

Para Gerard Behague, doctor en etnomusicología de la Universidad de Tulane (New Orleans) y Profesor de la Universidad de Texas en Austin, el estudio de la música como sistema de comunicación por parte de comunicólogos es un fenómeno de primer mundo. Mientras en Europa y Estados Unidos existe una gran cantidad de comunicólogos estudiando los fenómenos de la música y sus estudios se divulgan en revistas especializadas, tal desarrollo todavía no se obtiene en América Latina.

¿Por qué los jóvenes estudiantes de comunicación tendrían que abordar la música como objeto de investigación?


Porque la música es un sistema de comunicación único. Hay muchas otras maneras
de comunicarse entre humanos, pero éste es un fenómeno totalmente universal (y
no es el único no verbal. Por ejemplo, la danza también es no verbal, y es otro
código de comunicación). No existe una cultura en este planeta donde no haya
música, y en cambio sí existen culturas donde no hay artes visuales. No se ha
encontrado hasta hoy una cultura sin música. Primero, es una cosa esencial de la
especie humana. Segundo, es un sistema de comunicación que no se puede comparar
con cualquier otro, es una cosa única, en los sistemas de comunicación sonora.
Inclusive hoy no se usa más la palabra música, pues es una cosa muy abstracta,
se usa el concepto de sonido organizado humanamente. Esa es la manera de
referirse a esta cosa que llamamos música, porque el concepto música mismo no
existe en todas las lenguas del mundo, hay muchas otras metáforas, pero no ese
concepto global, que nosotros tenemos en nuestros idiomas. Doy cursos de música
latinoamericana en Austin, con estudiantes de todo tipo. Hay estudiantes de
música, pero también de radio, televisión, comunicación, periodismo; todo eso
dentro de la facultad de Comunicación. En la escuela de música estamos separados
porque pertenecemos a la facultad de Bellas Artes. Pero la música como
comunicación es estudiada también, por profesores, investigadores y estudiantes
de posgrado, en el área de los estudios culturales de la comunicación. La música
tiene un papel muy importante dentro de esos estudios; es una especie de
antropología del sonido.

¿Qué podrían aportar los comunicólogos a este congreso de música popular?


Muchas cosas respecto de los problemas sobre cómo la música comunica, o cuál es
la naturaleza de ese proceso de comunicación. Segundo, ¿qué es lo qué comunica
la música? Y para eso también hay muchos niveles de estudio, dentro de un
espacio y un tiempo bien determinado. Eso es una inquietud que tenemos en la
musicología moderna.

Ahora bien, en el problema del estudio social de la
música, dice Behague, es que se estudia un sistema de comunicación -que es la
música- y se usa otro sistema de comunicación para hablar del primer sistema.

Hay una dificultad muy grande en estudiar un fenómeno de comunicación
como la música. Todo el mundo reconoce que la música es un sistema de
comunicación, pero no hay consenso de lo que comunica la música y cómo lo hace.
¿Por qué? Por que usamos dos sistemas de comunicación y eso es un problema que
trata la etnomusicología moderna: las relaciones que existen entre música y
lenguaje. Las relaciones y la problemática realmente esencial que existe entre
esos dos.

Y cuando la música tiene letra, ¿se sigue hablando de comunicación no verbal?


Ah, claro, porque aunque la letra en ese momento, añade un elemento
comunicativo, porque en ese momento se usa un sistema de comunicación que es el
lenguaje, [se hace] junto con el sistema no verbal. Pero ¿qué es una canción? La
canción es realmente la letra cantada, no es lo mismo que una poesía. Poesía
cantada, claro, no es lo mismo que una poesía en sí.

La música popular es nuestra

El tercer Congreso latinoamericano de música popular sirvió también para crear
la rama latinoamericana de la Asociación Internacional de Música Popular, cuyo
primer presidente es Juan Pablo González, uno de los principales organizadores
del Congreso y de encuentros anteriores. González es musicólogo en grado de
doctor de la Universidad de California y profesor en el Instituto de Música de
la Universidad Católica de Chile, además de participar en el proyecto de
estudios histórico-musicológicos. Confirma que, mientras en “El Norte” hay una
fuerte actividad del área de los estudios culturales y de la comunicación
relacionada con la música, en América latina tal presencia es más "musical",
compuesta principalmente por musicólogos, etnomusicólogos, intérpretes y
pedagogos musicales. Y que el desconocimiento de la cuestión musical genera un
“respeto” hacia estos temas por parte de quienes no poseen las competencias
musicales.



Yo revindicaría específicamente -dice Juan Pablo Rodríguez- el área de la música popular, a diferencia de las áreas de la música culta, erudita o clásica o del área que es más
etnográfica o etnológica, ya sea indígena o área campesina, menos mediatizada.
En cambio, el área de la música popular es un área que de alguna manera nos
pertenece a todos. Es la música del comunicólogo, la que culturalmente le
corresponde y le pertenece, es de él. Él es un insider ahí porque es un
consumidor, un bailador; es muy probable quien haya cantado alguna de esas
canciones. De hecho, el área de estudios de música popular empieza
fundamentalmente en Inglaterra por personas que están fuera del ámbito de la
música y que son especialmente sociólogos o del mundo de los estudios
culturales. Revindican aquello que estaban viviendo en relación con los Beatles
y los Rolling stones -cuando ellos tenían 18 años, en 1965- y que los había
transformado. Reflexionar en base a su propia experiencia y por eso se acuña el
término schoolarfan (académico fanático). El schoolarfan estudia un fenómeno que
fue fundamental en su vida, específicamente su adolescencia. De ahí surge de
alguna manera la legitimidad de estudiar esa música, aunque yo no sepa “leer
música”. Porque también hay un gran equívoco: de que el conocimiento pasa por la
lectura y la escritura. Si no, eres analfabeta musical. Todo ello debido a esta
cultura tan literata que nos impregna el sistema hegemónico, muy de la mano del
conservatorio, de la música clásica, que se encarga de instalar en nuestros
conciertos, una especie de analfabetismo, supuesto analfabetismo, que hace que
la gente que “no pasó por el conservatorio” se sienta incompetente para trabajar
sobre el fenómeno. Estamos frente a una música que se escribe muy poco, o sea,
no está el problema de la escritura, por un lado; y por otro, estamos frente a
una música que nos pertenece a los que estamos en esta esfera social, cultural,
académica, porque es la música con la que nosotros nos formamos. Lo que primero
revindicaría es la competencia de un comunicólogo, un estudiante de comunicación
social, en cuanto a que él se sienta un portador de esa música. Porque la baila,
la consume, él tiene los discos, su romance fue marcado por la música popular,
su experiencia corporal, su forma de baile -elementos de identidad que lo
diferenciaron de lo que le daban los padres y la escuela. Él estableció otro
espacio de alianza entorno a la música popular que era independiente a la que le
daba el hogar; encontró otro nicho social, que se busca en la adolescencia, un
poco por reacción, por independencia. Ahí la música popular es muy importante.
En ese sentido, hay que revindicar la competencia de cualquier miembro de la
sociedad occidental para trabajar con la música desde su disciplina, sobre todo
quien ha pasado la experiencia de los años 60 y posterior, que fue tan
marcadora. Y si estamos en el área de la comunicación, hablemos del poder de
comunicación de la música... tu me dirás la magnitud que tiene.

¿Qué crees que pueda hacer la comunicación en este sentido?


Sin duda hay fenómenos comunicativos que tiene que ver con el hecho musical que
involucran la proxémica, o la situación de gestualidad o la relación del cuerpo
con el instrumento; la interacción en la banda; entre la banda y el público.
Está toda el área del videoclip, de la visualización de la música. En este
congreso pareciera que el video clip no existiera, prácticamente. Hubo una
referencia muy superficial en relación con las bandas sinaloenses, de Helena
Simonett, me parece, de cómo el video clip influye en la performance en vivo. Y
tu lo ves, en el caso del periodista especializado, que hace crítica de música,
que hace crítica de rock sin “saber” de música, que te puede hacer una muy buena
crítica.

Tu dices que hay una discusión respecto a la música es un lenguaje.


Sí, es una discusión más en el área culta de la música, ya que es un área
que quiere prescindir mucho del contexto. Tiene la gran utopía, que es como un
gran romanticismo en el fondo, de la pureza de la música. Así, se juntan los
folkloristas con los contemporáneos: la pureza, el fenómeno de música absoluta.
[Ellos dicen] “Que la música no significa nada, no comunica nada; que la música
es algo en sí mismo y que lo que sucede es que uno se comunica consigo mismo a
través de ella. Tu no estableces una comunicación con un tercero, porque no hay
un terreno objetivo. No hay un lenguaje objetivo o de significación donde haya
un consenso, para poder establecer un intercambio. Entonces, si hubiera alguna
comunicación, sería contigo mismo”. Esa es la vertiente más dura de la teoría de
la música contemporánea en el mundo. Ellos te hablan de la música como un juego
sonoro, que no tiene sentido social, que tiene un sentido netamente musical, no
una significación cultural, no se vincula de ninguna manera con el mundo que nos
rodea. Esa es la teoría más dura con la que yo tengo que lidiar día a día, allá
en Chile. En cambio acá, lo rico del campo de la música popular es que se
revindica el hecho que los niveles de significados musicales puros, están
cargados por situaciones de contexto, por asociaciones, por historias de vida.

A borrar las fronteras disciplinarias

Susana Ascencio, es una joven española, que estudió Etnomusicología en la
Universidad de Oviedo, España y se doctoró en el mismo campo en la Universidad
de Barcelona. Actualmente realiza un Post-doctorado en el departamento de música
de la Universidad de Nueva York

¿Qué tienen que aportar los comunicólogos al estudio de la música?


Creo que no sólo los comunicólogos, los semiólogos también tienen mucho que
decir respecto a la música, porque en lugares como España la música
tradicionalmente ha sido patrimonio eclesiástico. En otros, como la Unión
Americana o Europea, [patrimonio] de élites formada en conservatorios, que te
hacen tener una visión muy estrecha de lo que es la música: la hace sonora. Si
entendemos la música como un fenómeno no sólo social, sino cultural, un fenómeno
que no sólo refleja sino que construye, tienes que tener en cuenta muchas más
cosas que la parte del sonido. Estamos hablando de funciones, de finalidades, de
significaciones, de valoraciones, de simbolismos, y todo esto me parece que los
comunicólogos y los semiólogos lo han estudiado bastante bien. Si los semiólogos
nos proveen de determinada terminología que es muy útil, los comunicólogos nos
proveen, bajo mi punto de vista, de esa red que conecta los distintos conceptos
con realidades sociales. Pero aquí no se trata de comunicólogos con su opinión
sobre la música, sociólogos o antropólogos con su la suya, sino de que todos
intentemos trascender aquello que nos ha limitado, que son las fronteras
disciplinarias. En eso, los comunicólogos tienen la ventaja de que su background
disciplinario es inmensamente mayor que el de la mayoría de nosotros, en cuanto
a estudios. Después, cada uno lee lo que quiere, pero ellos sí que pueden formar
esos puentes de intercomunicación y romper disciplinas, que tanto asustan a la
academia y que tanto hacen crecer, paradójicamente, las disciplinas.

Pero sería entonces una ironía que los que tienden puentes no estén presentes aquí...


...todavía. Los puentes también se están tendiendo desde el otro lado, porque
cada vez más los musicólogos, etnomusicólogos, críticos musicales y compositores
leemos los trabajos de comunicólogos, de semiólogos, de antropólogos y de
sociólogos. Los puentes se tienden en ambos lados. Lo que pasa es que desde
nuestro punto de vista musicológico o etnomusicológico, el puente necesita mucho
más trabajo de construcción, porque nuestro background teórico es más limitado,
quizás y ha sido tradicionalmente mucho más cimentado en el discurso sonoro, que
a mi modo de ver, no es, ni mucho menos, el más importante que tiene la música.
Es quizá el que más llama la atención, pero no el más importante ni el que más
cosas nos cuenta. Ellos [los comunicólogos] tienen el background y no utilizan
esa facilidad, y nosotros estamos haciendo el esfuerzo de leerlos a todos, y de
hablar con ellos. Pero el puente tiene que ser en ambas direcciones, obviamente,
no se trata de que nosotros recibamos, sino de que todos dialoguemos y que el
puente se construya; yo creo que estamos en camino, sobre todo en Latinoamérica.

¿Qué comunicólogos te han ayudado en tu formación para entender mejor la música?


Para mí hay dos nombres fundamentales: uno es [Néstor García] Canclini, sobre
todo con su trabajo –paradójicamente- sobre museos. Porque todas las políticas
culturales nos dicen mucho de cómo las instituciones manipulan, instrumentalizan
y reorganizan nuestras maneras de ver el mundo.

Pero él es antropólogo ¿no?

Sí, pero ha trabajado mucho sobre políticas culturales y sobre las maneras de
contar las cosas, desde la parte institucional. Y el otro comunicólogo
fundamental es Jesús Martín Barbero, sobre todo con sus trabajos de telenovela y
de vallenato, porque es de donde extraje todos los conceptos teóricos que para
mí han sido fundamentales para entender cosas musicales. Y me parece que son los
comunicólogos latinoamericanos los que tienen algo que decir aquí. No sé si es
bueno o malo, pero del ámbito anglosajón, me parece que ya se ha agotado o que
necesita por lo menos y un descanso y un poco de aire fresco, para dejar de
mirarse el ombligo. Desde la parte latinoamericana es fundamental.
Lamentablemente no se traduce lo que debiera y lamentablemente los académicos de
otros ámbitos no leen el español como debieran, ni tienen acceso a los
materiales en español como debieran, pero creo que son los que están abriendo
las brechas y que se verá sino ahora, dentro de unos años.


La profesionalización unilateral de la Comunicación

Nestor García Canclini, es profesor-Investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana-Ixtapalapa. De origen argentino, su labor como docente e investigador en México ha tenido en nuestro un impacto muy importante en el estudio la relación comunicación y cultura, así como en la discusión de la formación del comunicólogo y el antropólogo. Autor de varios libros, entre ellos Culturas Híbridas, Consumidores y Ciudadanos, La Producción Simbólica, y editor de obras como Cultura y Comunicación en la ciudad de México.

Si los comunicólogos estuvieran en este congreso ¿cree usted que pudieran aportar? Otra: ¿por qué no están los comunicólogos aquí?

Hay algunos.

Leí los resúmenes de todos precisamente para entrevistarlos y no vi ninguno.

Sí me parece lamentable esta desconexión entre musicólogos y comunicólogos,
porque las músicas populares son fenómenos de comunicación masiva y también son
fenómenos de comunicación cotidiana, que sirven de referencia, identificación,
para compartir, para constituir comunidades. Pero aún en el sentido más clásico
de los estudios de comunicación que nacieron asociados a los medios masivos es
ineludible que la música circula por radio, por televisión, ocupa amplísimos
tiempos, en todos los medios, también en videos, en Internet. Como parte de los
mensajes comunicacionales, me parece inevitable que los comunicólogos la tomen
como objeto de estudio. En mi caso, que he trabajado mucho tiempo en la frontera
entre antropología y comunicación, encuentro que en la música y sobre todo en
las músicas populares y masivas están ocurriendo en la actualidad algunos de los
fenómenos más dinámicos de la transformaciones culturales, tanto por la
masividad de la comunicación, como por la innovación artística y el impacto
social. Entonces todo esto justifica una interrelación mayor entre musicólogos y
comunicólogos.

Acláreme, ¿usted es antropólgo?

Sí, de formación original soy filósofo, siempre trabaje en relación con arte y
ciencias sociales desde el comienzo de mi carrera, y desde que estoy en México,
ya hace 24 años, tengo una práctica realmente antropológica. No sólo
antropológica en el sentido que he formado grupos de investigación con
historiadores del arte para estudiar algunos museos; con comunicólogos,
sociólogos para estudiar aspectos de las culturas urbanas y las industrias
culturales y he dado cursos para estas disciplinas.

Dígame una cosa, ¿qué le paso epistemológicamente a la comunicación, para que un antropólogo como usted sea una autoridad para los comunicólogos? Algo le tuvo que haber sucedido (o no sucedido).

Sí, es notable si uno piensa en las figuras más reconocidas como autoridades en
el campo comunicacional en América Latina y en otras regiones, muchas de ellas
proceden de fuera de la comunicación. En algunos casos, porque no existía la
carrera. Por ejemplo, cuando Jesús Martín Barbero o Eliseo Verón comenzaron a
estudiar personalmente comunicación, no existía la carrera. Entonces Jesús
Martín Barbero estudió filosofía y Eliseo Verón también. Héctor Shmucler
provenía de la literatura y de la semiótica, y así podemos ver muchos otros
casos. Me parece que en la medida en que se fue desarrollando la carrera de
comunicación en los años 70-80, con una expansión impresionante se han ido
quedando con divisiones para que haya bastante investigación en comunicación.
Sin embargo predomina la formación profesional de periodistas comunicadores en
el sentido más cotidiano, lo cual no está mal, es parte de las funciones que
tiene que tener la carrera, pero se ha descuidado la investigación. Hay muy
pocos que se forman como investigadores en comunicación. En México hay más de
150 licenciaturas en comunicación y hay sólo cinco posgrados, únicamente tres de
los cuales están reconocidos en el padrón de excelencia de CONACYT. Estuve en la
comisión dictaminadora del Sistema Nacional de Investigadores (SIN) de 1995 a
1998, y tuve oportunidad de ver ahí el panorama de las ciencias sociales. No
tengo ahora en la memoria exactamente las cifras de las otras disciplinas, pero,
aproximadamente en el SNI hay unos 340 historiadores. Había en ese momento
-ahora deben ser más- como 280 antropólogos, 250 sociólogos, y había en ese
momento 19 especialistas en comunicación. No hay que pensar en una
discriminación hacia la gente de comunicación sino que el SIN en México, tiene
como requisito para ingresar, tener el doctorado, en la medida en que casi no
hay doctorados no hay posibilidad de acceder a un nivel como el sistema nacional
de investigadores. Salvo para muy pocos, una buena cantidad de esos 19 que sí se
dedican a comunicación. Hay gente que ha hecho los doctorados en sociología o
antropología para estudiar comunicación. Entonces me parece que ahí hay un
déficit de la disciplina que no lo encontramos sólo en México, sino también en
otros países en donde ha habido una profesionalización muy unilateral sin
dedicar suficiente formación a la investigación. Esto es grave para el
desarrollo de la disciplina, porque los que más conocen de comunicación no están
construyendo la teoría de la comunicación y no están produciendo conocimiento
original a partir de las categorías especificas. Puede ser muy útil, que gente
de filosofía, de antropología o de sociología, investiguen comunicación incluso
hagan teoría, pero hay una especificidad de la disciplina que ha crecido mucho.

En ese sentido de la especificidad, ¿qué podrían venir a aportar los comunicólogos que ayudara a los musicólogos y etnomusicólogos?

Bueno, en primer lugar lo mismo que le podrían aportar a otras artes, que es
entender que las obras artísticas no son objetos aislados, no es sólo la novela,
no es sólo la partitura o el concierto, sino el proceso comunicacional que va
desde la emisión hasta la recepción y toda complejidad de la circulación. Los
comunicólogos son los que tienen los instrumentos conceptuales y la metodología
para investigar ese proceso, hay un aspecto que es específicamente musicológico.
En el sentido que hay que entender una partitura, hay que saber de sonidos, de
timbres, de composición, para poder hablar de la obra, y en parte para poder
hablar de su producción y su recepción, pero hay, en todas las artes, un
conjunto de procesos comunicacionales que tienen que ver con industrias con
estrategias de difusión de transmisión de saberes y de gustos, con públicos, y
los comunicólogos tienen mucho para decir.

Procesos comunicativos que cruzan fronteras

Para Helena Simonett , doctora en Etnomusicología de la Universidad de California en Los Angeles, la música es un fenómeno ideal para describir procesos comunicativos que cruzan fronteras. Y aunque la música en general no es, en su opinión, un lenguaje universal, la música popular -en cierto sentido- sí.

Puede cruzar las fronteras, con o sin gente (en grabaciones, y muy fácilmente).
Es como otros tipos de comunicación o transacciones -como el dinero- que
traspasan las fronteras. Si tú exportas una música no puedes tu distribuirla
totalmente, necesitas alguien que la compre y consuma. Dependes mucho del
mercado, si tú quieres vender un producto en el extranjero, necesitas conocer un
poco del mercado, la lógica del mercado, y si vas a encontrar un público que va
a comprar ese producto, idea o música.
Los etnólogos están estudiando la
religión, el sistema de la familia social y esas cosas, pero no la música. Eso
es muy aparte. Son los etnomusicólogos quienes están estudiando el aspecto de la
música y a través de ella concluyen que es un reflejo de la estructura social o
cultural. Son gente diferente. Los etnólogos o los antropólogos no tienen
interés en música. Entonces me parecen muy parecidos esos fenómenos, de que los
comunicólogos no tengan tanto interés en la música. Tal vez porque no son
músicos, no saben nada de música.


¿Por qué vale la pena invertir esfuerzo en estudiar la relación entre música y comunicación y no sólo en comunicación política, el marketing político, en comunicación intercultural y organizacional?

La música es parte de la cultura y si tu vas a estudiar el intercambio de la
cultura, un aspecto es la música. Los etnólogos no tenían interés en estudiar la
música. El mercado global que ellos empezaron a estudiar [les llevó a pensar]
que con la globalización, el centro de todo es el "Norte" quien acumula el
capital y todo. Si hubieran estudiado la música hubieran observado que no es
exactamente así la globalización. Ahora descubrieron que también con lo global
siempre viene lo local o lo regional. No existe hoy la homogeneidad que ellos
pensaban: “al final de este siglo, el siglo XX, todos íbamos ser los mismos,
comer la misma cosa, vestir todos igual”. Saben ahora que la realidad es
diferente, hay muchas alternativas porque en cada lugar la interpretación del
mismo producto es diferente y depende de la situación social cultural y
política. Entonces todos tenemos otras historias y por eso otras
interpretaciones del mismo producto.

Lo difícil del tema de la música, señala Simonett es que este trabajo te impulsa a ser especialista en varias disciplinas y trabajar interdiscipliniariamente. Si uno se esfuerza para obtener
una visión más global del fenómeno musical los musicólogos lo criticarán a uno
diciendo que uno ha estudiado lo suficiente el nivel musical (los sonidos, las
armonías). Pero también los antropólogos le criticarán diciendo que ha pasado
por alto "no se qué aspecto de la cultura". En resumen el estudioso de la
relación música-sociedad siempre es más vulnerable al criticismo.

Me parece que los comunicólogos tienen una visión muy amplia de lo que pasa y sirve
mucho. Leer sus obras me ha ayudado mucho para entender la estructura global,
los procesos globales. Lo que falta ahí, y creo que los etnomusicólogos lo
hacen, es hacer etnografía en el lugar. Hay que saber detalles y ver cómo
funciona eso. Si no, entonces es una teoría ¿y para qué sirve? En lo local tú
reconoces estos rasgos globales. Para mí es interesante ver que en muchos
lugares en este mundo pasan cosas que son muy similares. A veces son diferentes
porque las circunstancias son diferentes. Por ejemplo, las tecno-bandas. Es
fascinante ver cómo con la globalización y la migración -los transmigrantes-
están conectando todo allá [en Estados Unidos] con México. No se van y cortan
los hilos con su pasado, sino siempre están en conexión con las redes sociales.
Es un poco diferente a los tiempos anteriores cuando los europeos, por ejemplo,
se despedían al dirigirse a Estados Unidos y no regresaban. Nunca pensaban en
regresar porque era otra vida, era empezar de nuevo. Ahora es otra cosa. Con la
globalización es mucho más fácil la transportación, mucho más rápido trasladarse
de un lugar a otro. Regresar cada año a tu pueblo y llevar nuevas ideas,
realizar intercambios mucho más activos. Sin embargo no por eso será una cultura
homogeneizada.


******
Para quienes tengan interés en lo que se comunicó durante el III Congreso Latinoamericano IASPM, pueden consultar en la siguiente dirección un resumen de las ponencias y, próximamente, información del próximo congreso a celebrarse el año que viene en México, D. F. Con el auspicio del CENIDIM y la UAM Ixtapalapa:
http://www.hist.puc.cl/historia/programa/iaspm.htm
Ofrecemos abajo una lista, no exhaustiva, ni jerárquica, de textos que abordan de alguna manera la comunicación y la música en América Latina y el mundo.

BIBLIOGRAFÍA

Ben Amos, Dan. (1972). “Toward a definition of folklore in Context”. In Toward New Perspectives in folklore, Eds. Richard Bauman and Américo Paredes, 3-15. Austin: University of Texas Press.
Burnett, Robert. (1996). The Global Jukebox : The International Music Industry (Communication and Society). Routledge.
Blaukopf, Kurt (1982). The Phonogram in Cultural Communication. Springer. New York.
Blaukopf, Kurt (1992). Musical Life in a Changing Society : Aspects of Music Sociology. Amadeus Pr. Portland
García Canclini. (1998). Cultura y comunicación en la Ciudad de México. 2 T.
Grijalbo, México.
De Garay, Adrián. (1993). El Rock también es Cultura. Universidad Iberoamericana. México.
Frith, Simon. (1978). Sociología del Rock. Jucar. Madrid.
Martin-Barbero, Jesús. (1998): "De la telenovela al vallenato: Memoria popular e imaginario de masa en Colombia". A Contratiempo N° 10, Bogotá
Martins, Carlos Alberto. Música Popular como comunicación alternativa: Uruguay, 1979-1982, en Diálogos. No. 27.
Negus, Keith, (1997). Popular Music in Theory: An Introduction (Music/Culture). Wesleyan Univ Press. Connecticut
Negus, Keith. (1999). Music Genres and Corporate Cultures. Routledge
Peña, Manuel. (1999). Musica tejana : the cultural economy of artistic transformation. Texas A&M University Press
Quintero Rivera, A. G (1998). Salsa, sabor y control: sociología de la música tropical". Siglo XXI. México
Reguillo, Rossana. (1991). En la calle otra vez. (Las bandas: identidad Urbana y usos de la comunicación). ITESO. Guadalajara.
Torres, Ricardo (Ed). (1999). Memorias del II Congreso Latinoamericano de Música Popular. Fondart. Santiago.
Ulloa, Alejandro. “La salsa en Cali: cultura urbana, música y medios de comunicación”, en Diálogos. No. 20–
Valenzuela, José Manuel. (1988). ¡A la brava ése: cholos,punks, chavos banda! COLEF. Tijuana.


Una lista más exhaustiva se puede encontrar en la sección bibliográfica de la IASPM:
http://www.iaspm.net/iaspm/biblio.html